43/70 *Cuento ganador de la Mención UNESCO del concurso de cuentos de Fundación Itaú Argentina, Paraguay y Uruguay 2021

Llegaré de noche en la Ford vieja. Las cunetas tendrán escarcha, los pastos duros por la helada crujirán bajo mis botas. Abriré la tranquera, tres perros guachos saldrán del galpón a festejarme. Los acariciaré un rato, les daré el pésame. Tal vez llore con ellos, los abrace y seamos una nebulosa de vapor en la madrugada.

Subiré a la camioneta, pondré primera con la palanca al volante. Entraré despacio para no pisar ningún perro, se cruzarán por delante celebrando mi llegada. Estacionaré cerca de la puerta del rancho para acarrear luego las cosas que me dejaste.

Daré la vuelta hasta el patio, buscaré la llave en donde siempre. Me pararé en el tronco que sostendrá la cacerola celeste con la planta de monedita. Extenderé mi mano por entre la parra que en verano desbordará de uvas, pero que en ese momento solo será ramas peladas, un esqueleto sin cuerpo; palparé la llave dejada ahí por tu mano y será como palparte un poco a vos también.

Habrá un silencio sepulcral atorado en tu rancho. Los 43/70 estarán arriba de la mesa. Seguro alguna fruta de estación se lucirá esplendorosa, la rastrearé por su aroma y la encontraré en el aparador. Tal vez mandarinas o naranjas. Será junio, la cocina estará helada y habrá un amanecer tardío.

Prenderé la estufa a leña sentada en el banquito de cadera de vaca. Usaré las hojas secas y las ramas finas del cajón de madera. Recorreré con la vista los frascos de la repisa, sacaré eucalipto de uno, le echaré algunas hojas al fuego.

Seré testigo de la alquimia del cielo. La noche oscura devendrá violeta, luego grisácea hasta abrir en un amanecer nefasto, lleno de nubes corridas por un viento leve del sur. Pondré la pava al fuego, usaré tu mate de cuerno. Verteré yerba, yuyos y lo empezaré con agua tibia. Usaré la agarradera tejida al crochet, tal vez llore de nuevo.

Me prenderé un 43/70, otra vez no entenderé cómo podías fumarlos. Toseré, pero lo terminaré igual con los ojos nublados. Me enojaré, no tendré piedad conmigo. Luego me prenderé otro cigarro y seré una víctima horrible, no estarías orgullosa.

Y entonces, porque vos me lo pediste, desarmaré el rancho en un día.

Lo haré sola, como corresponde. Atravesada por el dolor, seré todo. Seré vieja, luego nueva y cambiaré la piel, me mudaré la ropa como las víboras del arroyo. Lloraré, quemaré los muebles, la ropa, fumaré, me emborracharé, me arrastraré, bailaré, te invocaré, te contaré y te lloraré de nuevo.

Al otro día, dirán que llueve de frío, cargaré las cosas de la covacha y prometeré ser digna. Subiré los perros a la caja, la cotorra irá conmigo adelante en su jaula sin puerta recitando versos de poetas latinoamericanos sin fama y recetas de cocina.

Pasaré el puente del canal donde íbamos a ver los atardeceres más lindos del planeta según vos, y yo te creía de manera rotunda, aunque sabía que nunca habías salido de la provincia.

Tomaré el camino real hasta el poblado. Lloverá fino. Don Venero estará abriendo las persianas del almacén, me mirará a través de los vidrios chorreados. Tendremos una conversación corta sobre el temporal y el frío, prometeré volver. Tinto y Sombra quedarán ahí. Lobumba para la Blanca. Me va a convidar pasteles, que es lo que hace cuando se muere alguien de ese paraje ignoto. Aceptaré para no ofenderla, charlaremos breve, con mate. Luego me preguntará por el cajón y la capilla ardiente, se persignará, se le rebalsarán unas lágrimas. Le diré que ya está todo organizado como vos querías.

En un atardecer rojizo, lleno de naranjas y rosas, me pararé en el puente del canal Once, agradeceré tanto, tanto, haberte conocido, que se me abrirá el pecho al medio y otra vez el dolor me atravesará. Lloraré, tiraré tus cenizas, que primero quedarán flotando en el agua marrón, verde, celeste, quien sabe; luego se hundirán y serás líquido, canal, arroyo, río, mar, océano, y saldrás de tu provincia burlándote de los mortales que andamos con este cuerpo incómodo para transportar. Serás tierra irrigada, pasto, árboles, oxígeno, aire, y te volveré a encontrar en las pelusitas del sol alguna mañana cualquiera.

Eso, todo eso voy a hacer cuando te mueras.


Cuento ganador de la Mención UNESCO del concurso de cuentos de  Fundación Itaú Argentina, Paraguay y Uruguay 2021

 



Comentarios

  1. Jime, cuánta belleza y emoción en este cuento! Gracias por las lágrimas que me provocaste. Las necesitaba. Te abrazo. Pau

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    1. Ufff me emocionás! Gracias por tu lectura Pau, abrazo inmenso ❤

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  2. Hermoso!!! Felicitaciones. Todo sentimiento desde principio a fin.

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  3. Bello,emocionante y magnífico cuento!!!felicitaciones Jime!!!

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